Notas / El hombre que miraba pasar los trenes

Alejandro Cernuda, Alcorcón: 16/1/2025


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El hombre que miraba pasar los trenes

Caso curioso es este de Kees Popinga, un holandés, un empleado, que un día se cansa de la opinión que tienen los demás de él. Es un caso de identidad llevado a los extremos del crimen; pues Kees Popinga, no sólo abandona a su esposa e hijos en busca de su verdadera identidad, sino que por el camino asesina a Pamela, la mantenida de su exjefe y, ya en París, comete varios crímenes mientras intenta convencer a los periodistas, al comisario Lucas y a la prensa, de que él no es como todos creen.

Simenon escribió esta novela durante esos años que vivió en Los Estados Unidos, como muchas de sus obras se publicó primero por entregas y más tarde por la editorial Gallimard. Fue un éxito inmediato, más en América que en Europa. Por lo demás, sigue siendo él. El fino análisis psicológico del señor Popinga y de quienes lo rodean, la percepción -siempre me pasa cuando lo leo- de sus novelas son la verdadera, tal vez la única, forma de viajar a la Europa de esos años y parecer que estamos allí, en algún café de parís, en sus hoteles de mala muerte, en un paseo por la orilla del Sena y, por supuesto, en esos trenes de Europa.

Kees Popinga es un personaje bien fait. Es la parsimonia en persona. Todo un holandés. Este personaje negativo está tan bien construido a partir de toda la regularidad del mundo y a la vez único, pero sin la petulancia de quienes enfatizan los rasgos psicológicos, que es imposible, en ocasiones, no ser un poco cómplices de su perversión.

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