Notas / El lobo estepario
Alejandro Cernuda, Alcorcón: 2/10/2024
Creo que por primera vez leo una novela y veo la película, basada en ella, el mismo día. No fue más que una casualidad, aun la lectura del libro estuvo motivada por algún comentario de esos de mi novela favorita, que le escuché a una chica. La película la tenía, la de Max von Sydow, sin tener conocimiento yo de que haya otra versión. Claro que lo de casualidad no es del todo cierto, pues si el libro no me hubiera parecido bueno y esa primera imagen de Harri Haller, el lobo estepario, en la que me pareció un mariconazo de primera, no hubiera cambiado a medida que avanzaba en la lectura, creo que nunca hubiera llegado a ver la peli.
La novela tiene ese carácter freudiano, o mejor jungiano, que tanto apasionó a Herman Hesse y a su época, casi la misma que la nuestra si se atiende a las obsesiones, me refiero a las que valen la pena. En concreto Harry Haller, el personaje, asegura, aunque sin mucha convicción y tal vez sí eufemismo, que parte de él es humana y parte lobo, un lobo estepario, para ser más exactos; claro que no de los que se transforman con la luna llena, sino, de ese tipo que vive dentro -también dentro de todos nosotros, según Freud- y pide que nos ocupemos más de la carne que del espíritu. Tampoco son sus aventuras unas de hombre y otras de lobo… No, Harry es el mismo casi siempre, es el mundo a su alrededor el que cambia, ya sea en sus delirios o en su realidad, en una suerte de Alicia en el país de las Maravillas, que lo lleva de un escenario a otro, con un bárbaro valor simbólico y una buena carga de filosofía. Ahí están Goethe y Mozart, quienes le aconsejan tomarse la vida más a la ligera. Harry es un hombre que se ha fijado la muerte como meta, cuando cumpla los cincuenta, para lo que no falta mucho, si no ha encontrado antes la manera de solucionar esa dualidad de hombre bestia que no lo deja ser feliz.
Entretanto, la sociedad burguesa obliga a no ser ni lo uno ni lo otro; como bien se muestra en la película, el ser humano va por una carretera, justo por el centro, con miedo de acercarse a cualquiera de los dos lados, en uno la santidad, en el otro, la perdición carnal, la sensualidad, el crimen. La burguesía es ese pequeño espacio que queda entre ambos extremos que, al repelerse, dejan un vacío por donde es cómodo, formal, bien pagado, lícito, moverse con facilidad.
Comoquiera que Goethe es uno de los personajes de la novela, nos es imposible obviar la influencia de Fausto en todo esto. Harry, un hombre sabio, con la deliciosa maldición de encontrarse con Hermine -prefiero el nombre dado en la película que el Armanda de la traducción de la novela- comienza un viaje iniciático y a la vez terminal. Es que los viajes iniciáticos rara vez le acontecen a un tipo com Harry Haller, digo yo, ¿qué posibilidades tiene ese viejo gruñón, de hábitos raros, portador de conceptos alucinógenos y hasta un poco tacaño de liarse con una bella joven, inteligente y dispuesta a complacerlo? Esas cosas sólo le pasan a Harry y a Fausto, porque digo yo -de nuevo- que hay mas gente perdida en el mundo, o es que tengo que poner un anuncio.
La novela, que ha devenido libro de cabecera de gente más parecida a Hermine que a Harry, como era la chica a quien escuché decir que era su novela preferida, debe ser lectura obligatoria y advertida para todos aquellos que dicen o sospechan tener dentro de sí un animal totémico, no un parásito, claro, que para eso ya tenemos los manuales de medicina.
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