Notas / Los negros esclavos

Alejandro Cernuda, Alcorcón: 4/11/2024


Los negros esclavos

La labor de Fernando Ortiz para lograr una sistematización de los aspectos afrocubanos le valió el calificativo de tercer descubridor de Cuba, siguiendo a Cristóbal Colón y a Alejandro de Humboldt. Es un calificativo que ya no se usa mucho por razones evidentes de solapamiento. Don Fernando, sin embargo, comenzó una labor tan grande en el campo intelectual que su trabajo desde el punto de vista teórico parece insuperable. Su currículo, entre trabajos de oficina, participación en organizaciones y obras entregadas a la imprenta es de por sí una seguidilla épica.

Entre sus más de cien publicaciones se encuentra Los negros esclavos (1916), perteneciente a la serie El Hampa Afrocubana. Es un libro donde, atacado desde diferentes flancos, se hace recuento general de la mayoría de los aspectos de la vida del negro en su condición de esclavo. El estudio es meritorio en el aspecto criminológico y jurídico, pues a no olvidar que el autor es abogado de profesión.

Después de tantas refundiciones del mismo tema, desde Cecilia Valdés a Kunta Kinte, no viene mal una sistematización detallada de todos los aspectos relacionados con el negro. Se cuenta así, en este libro -lleno también de refundiciones de otros textos- todo el proceso de tráfico, venta, financiación de expediciones negreras, el precio de los esclavos, el porcentaje de ganancia de esta complicada operación comercial. Ortiz nos regala una lista de las mercancías más comunes con las que se hacía el trueque en las costas de África y sus precios de compra y la plusvalía que generaban. La relación entre amos y esclavos, el trabajo diario, el nacimiento y la muerte; las diferencias entre la vida doméstica en la ciudad y en el campo.

Los negreros dividían a los esclavos en bozales -los nacidos en África-, ladinos -los traídos desde España-, los criollos -nacidos en Cuba y otras colonias-. Así mismo, el esclavo podía ser cuartado, término que se refiere a quienes pagaban parte de su libertad, figura jurídica poco abundante en el campo, aunque común en la ciudad. Al final se convertía en matungo o cangrejo, cuando ya no era bueno para trabajar.

En el aspecto jurídico, como ya dije, a mi juicio lo más logrado de la obra, Ortiz rechaza el concepto de esclavo como persona sujeta a la propiedad de otra, debido al alcance sesgado de esta definición. Hace un resumen de todos los derechos y deberes relacionados con el amo y el esclavo. Está claro que muchas de estas consideraciones legales eran obviadas por los dueños. Las relaciones entre colonia y metrópoli se basaron con frecuencia en un acuerdo tácito entre ambas partes, donde España legislaba de acuerdo con la corriente abolicionista y ética del momento y Cuba, bajo la presión de la industria azucarera, hacía una interpretación laxa. Así, el esclavo tenía derecho a comprar su libertad, a una serie de manutenciones en comida, ropa, integridad física. Podía exigir su propia venta forzada a otro amo de su elección en caso de poder probar la inmisericordia de su actual propietario. Era su derecho casarse y después a una habitación separada de los demás, trabajar para el autoconsumo, hasta bailar y cantar llegó a ser legislado, unas veces a favor, otras en contra. Podía exigir su libertad de manera gratuita, en caso de probar la existencia de causa suficiente para ello, como por ejemplo, la violación, la falta de comida o el exceso de trabajo… sólo que un proceso como éste había que plantearlo en Madrid.

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