Notas / Negros contra blancos en Cuba
Alejandro Cernuda, Alcorcón: 5/11/2024
De las guerras en Cuba, la de agosto de 1906, por la reelección de Estrada Palma, y la de los Independientes de Color, en 1912, son de las menos conocidas. Ambas; sin embargo, fueron las primeras confrontaciones que afrontó la isla en el turbio comienzo de la república. En cuanto a la segunda, los hechos más o menos fueron así: En 1908 Evaristo Estenoz, un veterano, teniente del ejército libertador e hijo de un matrimonio interracial, fundó el Partido de los Independientes de Color, una asociación política bastante, si cabe la palabra, adelantada en conceptos éticos para la circunstancia cubana, pero con base en la subjetividad; o sea, está bien abogar por la derogación de la pena capital, pero no hacerlo porque hay más probabilidades de sufrirla si se es negro.
Los Independientes de Color aunó un grupo respetable de inscritos, debido a la gran masa mestiza y negra de la isla y a sus condiciones de pobreza. La situación provocó la reacción de los otros partidos y unos años después se aprobó la enmienda Morúa. Esta nueva ley ilegalizó cualquier partido basado en preceptos raciales, religiosos, de clase, etc. Se ha dicho que la ley se firmó con la intención implícita de hacer desaparecer la competencia política que constituía Los Independientes de Color. No sé, la ley está bien o a mi me lo parece. Martín Morúa, a quien debe su nombre la enmienda y que también era hijo de una unión interracial, había luchado toda su vida por los derechos de su raza y tal vez comprendió que el camino de la división no era el correcto.
Comoquiera la ley Morúa ilegalizó de un plumazo el Partido de los Independientes de Color y en 1912 - Martín Morúa había muerto dos años antes- Evaristo Estenoz y otros líderes decidieron tomar el camino de las armas para exigir sus derechos. Por eso esta obra de Rafael Conte y José M. Capmany. Del segundo autor no sé nada, pero Rafael Conte fue un periodista de amplio recorrido, no sólo en Cuba. Este chupatintas de acción viajó mucho y sus artículos están llenos de mundo. Tras haber hecho sus pinitos en la guerra de Cuba, fue corresponsal de guerra en el conflicto de los Boxers, en China, en la guerra ruso - japonesa. Contó la historia que nos ocupa y luego, otra vez como corresponsal, narró para varios periódicos los hechos de la Primera Guerra Mundial y hasta estuvo con Jhon Reed en aquellos diez días que conmovieron al mundo, cuando la Revolución Rusa instauró el comunismo sobre la tumba del zar Nicolás.
La guerra de razas está contada de primera mano, como lo hace un periodista que contempla los hechos. Sin mucha teoría de esas que hoy nos cuenta la masacre de muchos rebeldes, masacre sólo constatada por la inmensa diferencia entre las bajas de los vencidos y los vencedores. No se habla de esa intencionalidad política de la ley Morúa, como nos cuenta hoy la historia oficial; por el contrario, de acuerdo con el autor, sólo la actuación del ejército regular, que propició una victoria rápida, impidió la tercera y tal vez última intervención norteamericana.
Muchos comentarios de Rafael Conte, sin embargo, hoy son excesivos. Habla de no sé qué poca valentía de los de raza negra, cuando no eran dirigidos por blancos. De acuerdo con su versión parece que tanto Estenoz como los demás oficiales, estaban movidos en exclusiva por la ambición política. Él mismo reconoce que en esta extraña guerra de razas hubo personas de distinto color de piel en ambos bandos. Describe la satisfacción de los artilleros al ver los trozos de carne saltar por los aires. Las propias palabras de este reputado periodista sugieren ser el eco del pensamiento de la clase media cubana de aquellos tiempos. Si los blancos pensaban así, da la impresión de que era inevitable el conflicto. Como inevitable la carnicería durante y después del fin del conflicto.
No hay que buscar las causas de la aplastante victoria del ejército regular. Son de las más sencillas si basamos nuestra hipótesis en la utilización de armas modernas, proporcionadas de buen grado por el ejército norteamericano: en el profundo conocimiento del teatro de operaciones por oficiales veteranos de la guerra anterior; en el apoyo de la misma población a la república, asustados de una turba de salteadores que robaba y pedía la muerte de los blancos y en la apatía, el desconcierto, de los propios rebeldes, pues muchos de ellos no entendieron el propósito final de aquel entuerto al que fueron arrastrados.
La guerra de los Independientes de Color fue un acto evitable. Aquella masacre, iniciada por Estenoz y compañía no tuvo por qué ser, aún en un país lleno de veteranos exaltados por la victoria contra España, ocurrida sólo unos años antes. Es como si Cuba estuviera rebosante de ex militares ociosos que de alguna manera añoraban el combate. Pero la guerra de 1912 fue inútil desde el punto de vista de los derechos de los negros en Cuba; por otra parte, la propia existencia de un partido con tal nombre, formado en su totalidad por miembros de una raza, a mí que se llama racismo, en eso sí Rafael Conte tiene razón.
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