Notas / El poder de los hábitos

Alejandro Cernuda, Alcorcón: 11/7/2024


Escrito con un declarado estilo periodístico, no podía ser de otra forma para el veterano reportero del New York Times, nos adentra en el fabuloso mundo de los vicios, las malas costumbres y los buenos hábitos.

Aprendí que los ganglios basales, unos órganos dentro de nuestro cerebro y en los demás vertebrados, entre otras funciones, incluyen el control de los movimientos motores voluntarios, aprendizaje de procedimientos y comportamientos de rutina o hábitos; eso que los científicos llaman aprendizaje con refuerzo.

Que los hábitos cuentan de tres partes: desencadenador, rutina y recompensa. Así, nos cepillamos los dientes, corremos, fumamos, bebemos, conducimos y hacemos una gran cantidad de operaciones automáticas bajo este sistema. De otra manera o seríamos más imbéciles que lo ambientalmente recomendable o nuestras mamás no habrían podido parir las formidables cabezas que necesitaríamos para poner en la corteza cerebral todo ese conocimiento automático. Sí, en la corteza cerebral, la parte más externa y por elemental geometría, la más voluminosa, ocurren esos procesos que solemos llamar razonamiento, inteligencia, sabiduría, en fin, todo lo menos animal y por ende más aburrido del ser humano.

Aprendí que esos ganglios basales, antiguos y cansados de ir de especie en especie, no distinguen entre hábitos perjudiciales y beneficiosos, que todos los hábitos se pueden cambiar, pero las rutinas nunca desaparecen del todo; así, luego de haber incurrido en uno de estos bucles, estamos en riesgo de recaer. De lo contrario, tendríamos que practicar la conducción tras las vacaciones o aceptaríamos el riesgo de perder nuestros oscuros vicios de adultez, viéndonos en la necesidad de desandar las rutinas del desamor.

En una segunda parte, justo cuando más nos gusta el tema, los hábitos dejan de ser algo íntimo para convertirse en males empresariales o gubernamentales. Los hábitos de las organizaciones irrumpen, de una manera muy norteamericana, para recordarnos que empresa y hombre son la misma cosa.

Me resultó interesante la aplicación de las teorías conductuales a los hechos ocurridos tras el caso de Rosa Parks, activista que desencadenó las protestas efectivas sobre la segregación racial en Estados Unidos (buscar al respecto) y tuvo la suerte de vivir hasta 2005 (92 años) para ver hasta dónde influyó en su país. 

Los desencadenantes de un movimiento social efectivo aún no se pueden sistematizar; sin embargo, está claro que cada vez las dictaduras de todo el mundo le van cogiendo el tranquillo y tienen especialistas en lo que se llama movimientos sociales o política contenciosa, mientras que los motivantes se han quedado sin teorías. Es que a veces es más fácil reconocer lo que no va a funcionar y no hacer nada al respecto, que encontrar una estrategia ganadora. De acuerdo con este texto:  Un movimiento social empieza por los hábitos sociales de la amistad y los fuertes vínculos entre allegados. Se desarrolla por los hábitos de una comunidad, y los débiles vínculos que mantienen unidos a los barrios y los clanes. Y perdura porque los líderes de un movimiento dan nuevos hábitos a los participantes que les crean un nuevo sentido de identidad y el sentimiento de pertenecer a algo.

Generalmente, un movimiento social sólo puede autopropulsarse y alcanzar una masa crítica cuando se cumplen las tres partes de este proceso. Hay otras recetas para conseguir cambios sociales con éxito, y cientos de detalles que difieren según las épocas y contiendas. Pero comprender cómo actúan los hábitos sociales ayuda a explicar por qué Montgomery y Rosa Parks se convirtieron en el catalizador de una cruzada por los derechos civiles.

Estemos de acuerdo o no, el libro continúa con una explicación de los hechos a partir del momento en que Rosa Parks se subió al autobús de donde salió detenida hasta la aparición casi eventual de Martin Luther King en el proceso contra la compañía de autobuses hasta que lograron eliminar la segregación en el transporte público. El autor, en ésta y otras partes del libro hace énfasis en la eficacia de las pequeñas victorias para fines mayores, porque las pequeñas victorias, tanto a nivel personal, empresarial y civil crean hábitos necesarios para facilitar una consciencia del cambio. 

Por lo demás, parece que el mundo sólo ocurre en Estados Unidos, salvo el incendio en la estación de Kings Cross en Londrés y creo que una mención a Ontario en Canadá, nada importante parece haber ocurrido en el campo de los hábitos fuera de Los Estados Unidos. No es una crítica, es el señalamiento a una elección voluntaria en el texto de algo que parece ser un mal hábito en los escritores norteamericanos modernos.

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