Las historias gallegas

Alejandro Cernuda, Alcorcón: 12/7/2025

Las historias gallegas

Vamos con el tercer libro de Cunqueiro que hemos tenido la oportunidad de leer. Igual que los demás y, a propósito con mi interés de última hora en las cosas de Galicia, es un libro conformado con artículos periodísticos; para ser más exactos, ese tipo de crónica etnográfica, casi antropológica, en la que el autor de Mondoñedo solía ser un maestro. Si uno se pone a pensar, encontrará que conoce historias como estas, tan real y maravillosas. Las zonas rurales de todo el mundo están llenas de épicas por el estilo. Hay tantas vidas, tanto anecdotario que las historias le salen por las narices a los viejos del campo; pero otra cosa es saber ponerlas en un libro.

Las crónicas de Las historias gallegas, se publicaron unos meses después de la muerte de Álvaro Cunqueiro «teniendo el autor conocimiento de causa». El tema central del libro es la gente «además de la crítica a nuestra aburrida y predecible existencia»; esas personas que parecen corrientes, pero no lo son, o como Raymond Chandler solía definir a su Philip Marlowe, gente corriente pero nada común. No puede serlo un hombre al que su caballo lo puso en la disyuntiva de escoger entre seguir hablando con él o con el resto del mundo. O aquel otro al que los objetos le susurraban; sin dejar a un lado el hombre con un ojo de cristal violeta, que montó un servicio para mujeres embarazadas «con desayuno incluido» y les pasaba el ojo por la barriga para que a los críos se les contagiara el color.

La Galicia del Álvaro Cunqueiro siempre se mueve entre lo terrenal, entre la gente que va y viene de Las Américas, el submundo —con sus particulares aportaciones mitológicas—, donde vive el gatipedro, los trasnos, y hasta los mismos difuntos, todo conectado al imaginario mundial, de una manera u otra; como aquel Tristán que, como no conocía a nadie con su nombre, se puso a buscar a una Isolda, porque Tristán e Isolda fue la única historia que conoció con su nombre —cierto que ya alguien le había dicho que en Portugal sí había Tristanes y que eran todos de la nobleza—. Y cuando este Tristán gallego encontró a su Isolda, una viuda anciana que vendía churros y le contó su historia, la vieja se echó a llorar y le dijo que toda su vida había estado buscando a un Tristán, hasta que no le quedó más remedio que casarse con otro. Luego este personaje se marcha y cuando ya estaba en el tren, se apareció la vieja Isolda y le entregó una bolsita de churros y se marchó. No se dijeron nada en ese último encuentro, no se puede decir tanto con palabras.

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