Notas / Historia de Roma

Alejandro Cernuda, Alcorcón: 14/7/2024


Tal como lo expresa el autor, es el ensayo de devolver a los lectores italianos y más allá un sabor menos riguroso que el dejado por los estudios escolares acerca de la historia romana. Es, además, un libro introductorio o conclusivo, ameno, poco parcializado y fácil de leer.

En resumen, un recuento de Rómulo a Rómulo, nombre que comparten el fundador legendario de Roma y su último emperador. Nos cuentas de la calvicie de César y sus exitosas campañas.

Sus soldados le llamaban moechus calvus, el adúltero calvo y cuando desfilaban por las calles de Roma en ocasión de un triunfo, gritaban: «Eh, hombres, encerrad en casa a vuestras mujeres; ¡ha vuelto el seductor calabaza monda!» Y César era el primero en reírse de ello.

Es interesante el discurso acerca de la vida de los primeros cristianos en la Roma imperial.

Y en general se trataba de gente industriosa y pacífica, de pequeños y medianos ahorradores que financiaban las comunidades cristianas más pobres. Luciano el descreído les definía como «imbéciles que juntan todo lo que poseen». Tertuliano el converso, precisaba: «Que ponen juntos lo que los demás tienen separado, y tienen separada la única cosa que los demás ponen junto: la mujer».

Muchas extractos se pueden sacar. El breviario falla, tal vez, al adentrarse en los misterios de la división del imperio. El mismo Indro comprende que el intento es más o menos vano. Demasiado complicado aún para un profesional. El imperio en sus últimos años se expande y contrae como el pecho de un animal moribundo. Los emperadores, más que sucederse, parecen tintinear en cualquier rincón del mundo. Refulgen, se pelean entre ellos y mueren o viven una breve vida feliz.. En fin, esas decisiones de Diocoesiano, de mover la capital y dividir entre emperadores y césares y todo lo que vino después, son algo difícil

de entender.

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