Notas / Un capote y una nariz
Alejandro Cernuda, Alcorcón: 18/7/2024
El capote y la nariz son cuentos de Nikolái Gógol
Son dos de sus mejores obras, son dinámicas, multidimensionales y por sobre todas las cosas, disfrutables en el sentido puro de la palabra. Están conectadas con el espíritu de madurez que se manifiesta en todo su esplendor en Almas muertas. Hacen de Gógol un adelantado en cuanto a técnicas narrativas y la manera de tratar los conflictos humanos desde el absurdo o el minimalismo.
El capote
En la primera de ellas uno de esos oscuros e inamovibles funcionarios, un copista, parece ser. Se encuentra ante el minimalismo terrible de tener que sustituir su abrigo antiguo. Ya no da para más, le dice el sastre, no hay de dónde fijar un nuevo parche. Así que nuestro héroe Akaky Akakievich no tiene más remedio que reunir dinero antes de que llegue el invierno. Los próximos meses de su vida estarán relacionados con el ahorro, las visitas al sastre y la esperanza de recibir un aguinaldo cuantioso. La cosa se da y Akaki logra su objetivo. Se hace encargar un abrigo que le dará una felicidad pasajera y extraña. El cuento sigue el mismo patrón de La breve vida feliz de Francis Macomber (Hemingway) o El sur de Borges. Claro que con un toque fantástico y la sátira, que son los verdaderos sellos utilizados por Gógol.
Entre otras cosas podemos notar esta especie de metonimia que usa Gógol tanto en El capote como en Almas muertas. Cuando utiliza rasgos de la personalidad o el físico para nombrar una persona.
—¡Ah! ¡Que espere! Ahora no tengo tiempo —dijo la alta personalidad. Es preciso decir que la alta personalidad mentía con descaro…
Así lo hace también en Almas muertas:
La recién llegada quería ya poner manos a la obra y dar parte a la otra de la noticia. Pero la exclamación que en ese preciso instante lanzó la dama agradable bajo cualquier concepto cambió el rumbo de la conversación.
—¡Qué tela tan alegre! —dijo la dama agradable, contemplando el traje de la dama sencillamente agradable.
La nariz
La nariz es la parte del cuerpo que Gógol encuentra más literaria. Gusta de mencionarla en sus demás obras. No es de extrañar que le dedicara una de las obras más extravagantes, cómicas y absurdas, a tal punto que muchos la consideran su mejor obra. Para mí no lo es, pero no por ello he dejado de disfrutar su lectura ni de comprender a quienes lo afirman.
La historia va -no puede ser más absurda- de un hombre que pierde su nariz y luego se cruza con ella “personificada”, aunque Gógol no da muchos detalles de esto, convertida en algo vivo, humano y peor, de más éxito que su dueño. ¿Qué puede hacer nuestro héroe, un militar retirado convertido en funcionario? Pues, lo que habríamos hecho cualquiera de nosotros, ir a la policía o poner un anuncio para encontrar nuestra nariz. Pese a lo extravagante de la historia, a lo absurdo, fantástico, pese al carácter arquetípico -que tienen casi todos los protas de Gógol-, el conflicto de “el mayor” es más real que la circunstancia. Nuestro hombre andaba echándole el ojo a una que otra dama con la intención de casarse con una dote, por lo menos de 200 000 rublos. Todo eso se fue al traste porque bueno, no se consigue tan fácil mujer si uno tiene la cara plana como la palma de la mano.
Luego de todo este embrollo, parece que Gógol estaba de buenas cuando escribió el cuento y le receta un final feliz a su protagonista.
Como una nota agregada a esta nota, la historia comienza cuando el barbero de nuestro héroe descubre la famosa nariz en el pan del desayuno. Luego intenta deshacerse de ella, la echa al río Neva, pero lo pilla un policía. Gógol no se lo piensa dos veces.
Iván Yákovlevich se puso lívido… Pero el suceso queda a partir de aquí totalmente envuelto en brumas y no se sabe nada en absoluto de lo ocurrido después.
El salto en el tiempo nos lleva directamente a la época en que la nariz ya anda convertida en ese algo de éxito y su antiguo dueño en un piltrafa que se vale de un pañuelo para esconder su rostro. Así se hace, maestro. No hay que dar tantas explicaciones.
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