Notas / La p de Babilonia

Alejandro Cernuda, Alcorcón: 20/7/2024


Un pausado y sobrio recorrido por la historia del cristianismo. Una apología, un catálogo, un elogio a la religión y al lenguaje que nos devuelve más humana nuestra opaca visión del ministerio sacerdotal. No se detiene en “hechos” de los papas, antes y después de su preferido, Alejandro VI, en quien sólo encuentra algunos pecados veniales como la supuesta pretensión de los favores de su propia hija Lucrecia o la venta del mismísimo papado. 

Como es natural en los encomios se extiende más en los asuntos recientes que en el pasado. Nada cambia, a sus ojos con la Rerum Novarum de León XIII, en quien, no ve nada distinto a sus predecesores. Y es que echar suertes con la dialéctica, ahora creo en ella, mañana no porque no me cuadra, es una de las técnicas narrativas que mejor sabe usar Fernando Vallejo, a quien a partir de ahora llamaremos Maestro.

Maestro: dizque Wojtyla estuvo en Cuba a perpetuar la tiranía. Yo estaba allí, maestro. Repartieron unas camisetas con las caras sonrientes del Santo Papa y de Fidel Castro, la gente se las puso y fue a la Plaza. Yo no, maestro, no me condenes todavía, ya habrá tiempo para eso. Quiero decirte que en aquellos tiempos una camiseta era un regalo atendible y la gente comenzó a usarla para cualquier tipo de jubileo o acto oficial y el mundo de repente se retorció como si aquella visita fuera el cambio. Algo parecido a cuando Rolling Stone visitó La Habana unos años después y descubrimos que no eran más que unos vejetes salidos. Nada sucedió, sabe, cuando Wojtyla tomó el avión de regreso, el uso de aquellas camisetas dejó de estar permitido, al menos en actos oficiales. La farsa acabó, pero a nosotros nos trajo la restauración del festivo de Navidad, cosa en que convinieron ambos administradores de almas y que era más de lo esperado por cualquier cubano de a pie, gente que dice tres patadas en el culo son mejor que cuatro, y sí, matemáticamente es cierto, pero usted no confía en las matemáticas, ¿no?. Perdón si me mueve la emoción y no llego a tu sobriedad, Maestro.

Maestro: Dizque Wojtyla al final de su vida le dio por pedir perdón, por judíos, holocaustos, esclavitud, discriminación de la mujer, guerras de religión, etc. Gracias por aclararnos, Maestro, que la dialéctica no tiene nada que ver con esto y que son gestos vacíos, gestos, digo yo. ¿Y qué es un gesto?

En cuanto a la relación entre Pio XII y la Segunda Guerra Mundial. Las opiniones son contradictoras. Entre ellas se cuentan recientes rumores de intentos de secuestro por parte de los nazis y al menos el conocimiento cómplice por parte de Pacelli de tres intentos de atentado a Hitler. "durante la ocupación alemana de Italia, la Iglesia, siguiendo instrucciones de Pío XII, escondió y alimentó a miles de judíos en la Ciudad del Vaticano, así como en templos y conventos."

Eso dice la Wikipedia, yo no sé más. Lo que sí conozco es: en 1942 Martínez Dalmau, obispo de Cienfuegos y quien había sido secretario personal de Pacelli antes de su pontificado, dictó una conferencia en la radio "Totalitarismo y democracia" donde dejó clara la opinión de muchos sacerdotes católicos sobre el nazismo. Lo sé porque escribí hace tiempo una mala biografía de este obispo, de la cual no me siento orgulloso y no dejo de reconocer que Dalmau tuvo momentos oscuros, a la par de algunos incluidos por usted, en cuerpo y alma de otros, en su libro.

Maestro: Dizque Ratzinger se quitó los zapatos en la Mezquita Azul, como un musulmán. Ah, todo el mundo tiene que quitárselos, es la norma de la casa.

Fernando Vallejo, escritor, amante de los animales, homosexual, cineasta y biólogo, hace en este libro lo que mejor se le da: desprendernos con sutiles caricias de cualquier odio hacia la madre iglesia, a la que con cariño llama la p. Es un buen material, aunque sin dudas parcializado, de la herencia espiritual que nos ha dejado el imperio romano, que no para, que continúa.

Su exégesis de las Santas Escrituras se revela como una de las lindezas del tratado. Nos denuncia con su lenguaje perdonavidas los énfasis, las inexactitudes, las falsedades que al parecer escaparon a tantas revisiones, algunas de ellas -digo yo- más empecinadas en hacer texto legible que verídico, aunque seguro Fernando Vallejo, a quien continuaremos llamando el Maestro, tal vez no esté de acuerdo conmigo. Como es hombre santo y los santos perdonan con el ejemplo, nos regala un tratado lleno también de inexactitudes, énfasis y alguna que otra falsedad. 

Entre sus inexactitudes se encuentran la muerte de más de un millón de cristianos durante el imperio, cosa que matemáticamente no era posible, pero las matemáticas no son su fuerte. Es inexacto, a propósito, sobre la razón que llevó a los musulmanes a rezar a La Meca, en lugar de a cualquier otro sitio. Es inexacto en su explicación de por qué existe el mal, cosa en la que obvia las meditaciones de San Agustín al respecto, o que se resuelve con facilidad desde una visión politeísta, en tal caso, no se negaría la existencia, si no el monoteísmo, lo que es la pescadilla que se muerde la cola. Es inexacto en el valor literario de la Biblia, viéndolo sólo en en algunas partes de Job y en el Apocalipsis, de quien sólo prevé pudo ser escrito bajo efectos narcóticos. Pero, Maestro, qué manera de confundir lo que no puedo hacer con lo que no se puede. Es broma, ¿verdad?

Es enfático respecto a los albigenses, a Alejandro VI, a Wojtyla, caso que sin dudas es personal, a la repetición de la palabra que comienza con p. 

Falsifica las causas de la muerte de Bruno. ¿O es que las ideas de Bruno eran más acusatorias que las de Galileo y Copérnico, que era gente de telescopio y autoridad? Bruno no se arrepintió y tras él se avistaba un movimiento de masas. Eso sí que asusta. El Maestro falsifica la fecha en que se comenzó a hablar de derechos humanos, asume que fue con la Declaración de 1789. Ya había derechos humanos antes y la Revolución también violó un par de ellos. 

Reniega de las matemáticas, cosa que para él se reduce a dos rayitas paralelas. Desmiente los aportes a la ciencia de los médicos árabes. Evade las fechas en la mayoría de los hechos catalogados, tal vez para no aburrirnos. 

Nos confunde con parábolas. Dice no entender esta frase de Clemente V “El beso de una mujer, como quiera que la naturaleza no inclina a él, es pecado mortal; en cambio, el acto carnal, como quiera que a esto inclina la naturaleza, no es pecado, sobre todo si el que lo ejercita es tentado

Este libro del Maestro comete, imagino que a propósito, errores de la misma naturaleza de los que ve en la Biblia. Una de las dos, hasta el momento no se había planteado nadie la idea de que Dios no existía o no podía existir o de repente nos encontramos ante un hombre mucho más inteligente que nosotros o por lo menos sencillamente un no imbécil, un Mesías, otro más.

Ama a los albigenses no por compartir su credo sino porque no comían carne. Odia a Cristo no por no creer en su inexistencia sino porque llama zorro a Herodes, los zorros no tienen la culpa, dizque, pero llama cotorra mentirosa a Wojtyla. Parece molestarle la más bien escasa homosexualidad en comparación con la promiscuidad de los primeros papas. Se salta a Juana de Arco, porque era una loquita que “oía voces”. ¿No es que lo hacía también Mahoma? ¿o es que Juana era mujer? 

La única manera de eludir la crítica del Maestro es haber sido homosexual, vegetariano y amar los animales. Si cumples estas condiciones sencillamente te ignorará, que es todo lo que se puede esperar de él. Como buen mesías el autor despotrica contra los anteriores, ni Cristo ni Lutero ni Enrique VIII, no reconoce nada, hasta los que escribieron mamotretos en contra de la religión al Maestro les parecen inútiles y aburridos. Ningún cambio para bien en ellos, ni Mahoma, para extendernos un poco más allá y que no se diga que El Maestro tiene miedo. No, si miedo no se avista, sólo un catálogo de información tal vez apto para una de esas discusiones antiguas sobre si Dios existe o si no. O si el mal o el bien tienen protagonismo en el curso de la historia. Es una filosofía antigua. Dios existe para unos y para otros no. Sin que ninguno de los dos pueda llamarse más imbécil que el prójimo. La pregunta a responder es otra. ¿Por qué si no existe continúa ahí?, Pues porque funciona para unos y para otros no. En cuanto al bien o el mal, esos no escapan a la dialéctica, por mucho que queramos juzgar el pasado con vara de hoy. 

Y cuando todo es retahíla discorde donde desfilan personajes históricos a medio hacer y el lenguaje campa por su respeto, El Maestro nos sorprende con un giro. No tiene fe, pero cree en la existencia de Dios, según él, un viejo cruel, rabioso, malvado con todo ser vivo, hombres y animales. Esta visión tampoco es original, la saca mucha gente del Viejo Testamento o creo que de cierta canción de Barón Rojo. Jaja, volvemos a la dualidad, si existe el mal dónde está el bien, en otro Dios. Para eso nuestro Maestro, lo postulo yo para Mecías. Esperamos con impaciencia su próximo catálogo, donde probablemente nos dé luz en cuanto a cómo tratar a las fieras: leones, lobos y zorros, comedores de carne. Qué hacer con ese engendro pérfido y contra natura que son las plantas carnívoras o dónde conseguir la calabaza de Jonás para alimentar a nuestras mascotas, pobres perros y gatos que, como los humanos, deben olvidar la injusta cadena alimenticia.

Nota de la nota

Admiro la valentía del autor. Su lenguaje parcializa un trabajo que pudo ser sobrio, aunque me parece apropiado para la ficción y por eso leeré alguna de sus novelas. No comparto su opinión respecto a criminalizar el consumo de carne; sin embargo, reconozco que las corridas de toros, la pesca y la caza deportiva se pueden ir a tomar viento. Su heterofobia desluce gran parte del trabajo. Por otros artículos que he leído sobre él, no me parece objetivo en cuanto a lo que plantea de la pobreza durante la infancia o el número de hermanos que tiene. Las opiniones sobre Colombia, su tierra natal, han variado con el transcurso del tiempo. 

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