Notas / Ur, Asur y Babilonia

Alejandro Cernuda, Alcorcón: 3/7/2024


Tras la muerte de Hammurabi y su descendencia, los invasores kasitas, venidos del Cáucaso, que al parecer eran un punto menos listos que los conquistados, tal vez gracias a la otrora fama de Babilonia, forjaron una hermandad con Amenofis (III o IV). Algo así como el espaldarazo de Estados Unidos a un país del tercer mundo, tercer mundo causado por la propia invasión, porque ya Babilonia no es lo que era, ni lo que será después con Nabucodonosor II. Pero bueno, ni Estados Unidos ni el Egipto de los Faraones iban por ahí dando palmadas en la espalda; por eso el nuevo rey de Babilonia, ni corto ni perezoso, pidió, para asegurar la alianza, nada menos que la mano de una princesa egipcia. Esta fue la carta enviada a Amenofis luego de su negativa.

«Veo, hermano mío, que no me permites que me case con una de tus hijas y escribes: Desde siempre jamás se ha entregado a nadie la hija de un rey egipcio. ¿Por qué hablas así? Eres el rey y puedes hacer lo que quieras. Cuando me comunicaron tus palabras escribí a mi hermano: Hay hijas adultas y también mujeres hermosas. Mándame cualquier mujer hermosa que te parezca bien. ¿Quién puede decir aquí que no es ninguna princesa?».

Tal vez esta carta y la nueva negativa de Amenofis a enviar a cualquier otra dama a Mesopotamia enfrió un poco las relaciones. Tal vez es que estaban en la conchinchina y en lo que llega la respuesta nadie recuerda la carta enviada. Lo cierto es que esta breve nota sea acaso el mayor aporte de los kasitas a la historia de la comedia humana.

Más allá de este detalle, el libro nos adentra en esa maraña de pueblos e imperios que han poblado Mesopotamia. Gente belicosa, inteligente y, como se ha dicho, muy dada a soportar imperios. Estuvieron por allí los asirios, persas, kasitad, arameos, romanos, seleucidas, hititas… el que pueda sistematizar todo esto será considerado entendido. Yo me pierdo un poco.

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