Notas / Disidencias y coincidencias
Alejandro Cernuda, Alcorcón: 30/7/2024
No suelo equivocarme con los libros; supongo que la gente dice lo mismo o de lo contrario lo deja. Yo tengo por norma -que también en ocasiones incumplo- terminar cada panfleto que empiezo. Pero tengo buen ojo, pienso o pensaba. Esta semana me he equivocado con dos. Una historia económica de Cuba que resultó ser un grupo de reseñas. Un libro que habla de otros libros para leer por alguien que escribe pequeñas notas de otros libros. Es esa regurgitación de los tiempos modernos, tan practicada por otros y por mí. Para defenderme, si algo importa, diré que estas notas, por lo general, son una especie de resumen, un experimento, sin otro objetivo que ejercitar mi comprensión, síntesis y hasta la disciplina. Es un catálogo también, una estadística y lo que se me ocurra pensar cada vez que me cuestione su finalidad.
Volvamos a las disidencias y coincidencias. Lisandro Otero no hace más que clasificar los intelectuales más representativos del siglo pasado en Cuba bajo un par de parámetros: sus simpatías, su compromiso político y, como en el difícil caso de Lezama Lima, que no estaba comprometido con la revolución cubana y tampoco fue su amigo, lo adjunta bajo la mascara de víctima. Son cosas que hoy tienen poca importancia. Sus artículos tienen matices risibles, pues así es la historia. Su interpretación socioeconómica del mundo de la década de los años sesenta es apocalíptica para el capitalismo y desconcertante para el lector moderno. Su manera de expresarse era parte del proceso y es probable que un escritor -un buen cronista- y funcionario del gobierno entendiera que para ser bueno en el ejercicio de la literatura por fuerza había que tener un compromiso jacobino.
En esta clasificación los buenos son gente sana y concurrente: Guillén, Carpentier, etc. En el otro extremo se sitúan escritores como Heberto Padilla o Guillermo Cabrera Infante, de los cuales hace un análisis simplón y apurado de su literatura para caer de lleno sobre ellos en el plano político y humano, cosas que podrán afectar el proceso de obtener el carné del partido, pero que dejan intacto el valor, no digo que trascendental, pero sí duradero de su obra.
Dice Lisandro Otero: La obra de Cabrera Infante se extinguirá con los años. Todas las modas son perecederas; los únicos libros que perduran son los que se hacen con la verdad del hombre, y de eso hay poco en sus fuegos de artificio. Lo cierto es que de acuerdo con las estadísticas, quien lea esta nota tendrá más probabilidades de preguntar quién es Lisandro. Hoy por hoy Guillermo Cabrera Infante es un pelín más conocido. En este artículo cuento la vez en que mi sobrina, me preguntó qué significaba eso de maniluvios con ocena -frase de Cabrera Infante-, que se lo habían puesto de tarea en el cole.
Dice Lisandro Otero: La Constitución de la República, proclamada en 1976, postula en su artículo 38 que la creación artística y las formas de expresión en el arte son libres. Por eso hemos visto, a partir del triunfo revolucionario de 1959, una eclosión de formas y tendencias en el decursar de este cuarto de siglo:
Nada, es verborrea política y una mentirijilla, porque libre libre el arte no ha sido en ningún sitio con un mínimo de moral. Hubo y hay mucha de ésta -me refiero a la verborrea- en Cuba aún, pero me resulta complicado -a la matemática me refiero- que en esta frase la causa sea cronológicamente posterior al efecto.
Luego de tantas lunas podría aseverar que las disidencias y las coincidencias para los Lisandro de hoy sigue tan viva como en sus años de cabildeo político. No se acabó el capitalismo, ni el comunismo, ni Cuba ha logrado dar verdadero paso adelante, ni siquiera comparado con los países vecinos, los cuales no viven tan a pecho ese conflicto con los Estados Unidos que a nadie importa mucho, salvo a quienes se lo creen. Y como tampoco ha venido Cristo, que se ha esperado y temido durante más tiempo, sospechamos que nada va a cambiar en los próximos dos mil años.
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