Alejandro Cernuda, Barcelona: 26/7/2025
Edgar Mass, un químico reconvertido en escritor, un alemán que se fue a vivir a los Estados Unidos después de la Primera Guerra Mundial, es el autor de El sueño de Felipe II, una de las tantas apuestas por recrear la vida y momentos del Rey Prudente.
Felipe II es difícil de contar. Es un personaje, un rey mucho más complejo que su padre y sus descendientes. Su gobierno lo llevó a ser temido, odiado y otras cosas en toda Europa. Fue el campeón de la Contrarreforma, el dueño del mundo, el emperador sin imperio y, hasta hoy, una de las personas que más ha trabajado en la Madre Patria «su jornada de trabajo, dicen que llegaba a las diecisiete horas». Se casó cuatro veces. Era aprensivo con los suyos, hasta tierno; pero no le temblaba la mano en ordenar la muerte de cualquiera. Su profunda fe religiosa puso más dudas que aciertos en su parte intelectual; así, las cosas que daba por sentadas, por obra divina, no podían salir mal. La Armada Invencible no podía fallar. Fue también el mecenas más preclaro de su tiempo y un coleccionista ávido. Construyó alianzas, enemigos y una casa que solemos llamar el Escorial. No sabemos si mató a su hijo Carlos, sabemos, en cambio, que por el otro, por Felipe III, no apostó demasiado.
Edgar Mass puso todo esto en su novela de 1954. El sueño de Felipe II se convierte en una madeja, en una pieza de ropa tendida al sol, sostenida con pequeños hechos y semblanzas de personajes famosos de la época; amén de algunas inexactitudes, lo que nos llega a recordar que la novela histórica, si se afronta con un tono serio, es como la poesía rimada. Hay un marco, una fórmula que respetar. Acercarse demasiado a personajes que viven más allá de nuestra imaginación, no es una apuesta segura. Edgar Mass se la juega al todo con Cervantes, Guillermo de Orange, El Greco, Isabel I de Inglaterra y hasta con el propio Felipe II.
Conclusiones. La novela será mirada con escepticismo por los conocedores del tema y ha engrosado esos libros de poca pretensión formal, pero de lectura fácil e instructiva, si se tiene la inteligencia para separar la paja y el grano.
Nota de la nota: Aunque no se cuenta en el libro, el matrimonio de Felipe con su tercera esposa, Isabel de Valois tuvo lugar por poderes. La ausencia del Rey no impidió la consumación, al menos, del ritual, como era costumbre en esas Cortes. La cosa fue así.
La boda por poderes entre Felipe II de España e Isabel de Valois tuvo lugar el 22 de junio de 1559 en París. El rey español fue representado por Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el Gran Duque de Alba. Se celebraron fastuosas ceremonias y banquetes, y, conforme a la tradición de la época, debía simbolizar la consumación del matrimonio de inmediato, aunque el esposo real no estuviera presente. En la noche de bodas, no fue Felipe quien acudió al lecho nupcial, sino el duque de Alba, en representación del rey.
Ante un numeroso grupo de nobles franceses, y en presencia de los reyes de Francia —Enrique II y Catalina de Médici, padres de Isabel—, el duque realizó un acto puramente ceremonial destinado a escenificar la consumación del matrimonio, sin contacto físico alguno. El rito culminó con una reverencia solemne del duque a la princesa, quien, según algunos testimonios, desarrolló desde entonces un profundo resentimiento hacia él.
La misa de velaciones, que completaba el rito matrimonial según la liturgia católica, se celebró posteriormente el 2 de febrero, tras la llegada de Isabe
l a España.