Alejandro Cernuda, Barcelona: 29/7/2025
Barcelona ha apostado por Gaudí. Los más o menos ocho mil turistas de crucero que llegan al puerto todos los días traen en sus programas esos espacios de piedra y luz creados por quien fuera el arquitecto más… ¿Importante de España? ¿No? Pues vale, imaginativo, conocido, respetado, etc.
Se sabe que desde Dalí, Gaudí, Miró, hay algo retorcido en el arte catalán, algo que lo hace único. Gaudí, en una ciudad bajo el influjo del Mediterráneo, era un hombre tan preocupado por las formas y la luz en objetos estáticos que, él, que si podía moverse, se preocupaba poco de sí, al punto, cuando el fatal accidente que lo puso entre dos tranvías lo dejo medio muerto, a solo tres días de morir, lo dieron por indigente y lo enviaron a la beneficencia.
Murió, pero olas de turistas siguen llegando a visitar sus obras y sus obras son el regalo mayor que puede recibir una ciudad de la mano de un solo hombre que, en términos humanos, nunca legisló ni tuvo poder terrenal. Ahí está, para envidia del propio mar, su parque, su casa Batlló –nunca tuvo permiso de obra- y claro, su eterna y nunca terminada Sagrada Familia, catedral de expiación, de una deuda impagada a esa espiritualidad que hoy guarda sus restos.