Ese pequeño favor

Alejandro Cernuda, Cienfuegos: 11/6/2012

Personajes: un hombre y su amiga

Primer Acto

Escena I Oficina en una dependencia del gobierno.

Hombre: Tres cosas malas… tengo. ¿Me estás escuchando?

Amiga: ¿Qué dices?

Hombre: Que quiero decirte tres cosas. Escúchame, hazme ese pequeño favor.

Amiga: ¿Pequeño? Yo te conozco... Prométeme que vas a terminar antes del almuerzo. Aunque también quiero decirte algo, pero no aquí.

Hombre: ¿Tienes un pañuelo?

Amiga:

Hombre: Es que no traje y sabes, sudo mucho. Esa es la primera cosa mala.

Amiga: Creo que no. Mira en ese cajón, ¿no? Cuéntame, bueno, las otras. Ya te dije que también tengo que decirte algo, pero no es malo, sino raro.

Hombre: Dime.

Amiga: Aquí no. El lugar perfecto sería en la cama. Déjame ver si tengo un pañuelo en el bolso.

Hombre: Lo otro que me sucedió fue que… Espera. ¿No tienes?

Amiga: No, ya te dije. ¿Qué más te paso?

Hombre: Lo segundo. No dormí anoche.

Amiga: ¿Por qué?

Hombre: …

Amiga: No hay pañuelo. Debes estar muerto de sueño. ¿Quieres café?

Hombre: Dormí, pero solo a partir de las cuatro.

Amiga: Eso es algo. ¿Y lo otro? ¿Te digo lo mío? No, cuenta tú

Hombre: Ya sabes.

Amiga: No me vayas a decir. Deja, ya sé. Sandra.

Hombre: No tanto Sandra como yo.

Amiga: Lo sabía, ¿Qué hiciste?

Hombre: La llamé. Por tu culpa.

Amiga:

Hombre: Acuérdate, estuvimos hablando ayer de ella y entonces, cuando llegué a casa me dio por llamarla.

Amiga: Pero eso no significa que sea mi culpa. Sabes que he pensado en ti, anoche.

Hombre: No, claro que no es tu culpa. Es broma. Sí, dame café y te cuento.

Escena II La misma oficina. Se han intercambiado los asientos. La puerta está cerrada ahora y él juega con un cigarro en la mano.

Amiga: Ya, cálmate. ¿Está bueno el café?

Hombre: No tiene solución, sabes…

Amiga: Cálmate. A ver, dame tu mano.

Hombre: Puedo tirarme frente a un auto, a ella no le importa nada.

Amiga: Ya. Aquí no puedes fumar, lo sabes.

Hombre: No te preocupes, no lo voy a encender.

Amiga: Si quieres nos vamos al patio.

Hombre: No, así está bien.

Amiga: No te quiere, no le interesas. Te lo he dicho mil veces. Pero es tu culpa, te haces daño porque quieres… Fue tu culpa también que dejara de quererte.

Hombre: Ya cállate.

Amiga: No me callo. Ella debe estar con alguien y tú, mírate.

Hombre: No grites. Ponte en mi lugar.

Amiga: Sabes qué, hoy tenía ganas de acostarme contigo.

Hombre: Lo sé, ya me lo habías dicho ayer… llevas tres días insinuándolo. Y por eso vine a verte, pero la llamé y tengo que decírtelo. Eres mi amiga, ¿no?

Amiga: Anoche, mientras tú no dormías, yo… no, mejor no te digo.

Hombre: Y lo peor es que no me mandó al carajo. Al contrario.

Amiga: Ya, cálmate. Puede entrar alguien. ¿Si una mujer te dijera que se masturbó pensando en ti?

Hombre: Monamur, siempre vas a estar en mí, pero hay que seguir... eso dijo.

Amiga: No entiendo qué significa seguir.

Hombre: …

Segundo Acto

Escena I Ambos caminan por el boulevard

Amiga: ¿Estás mejor? Te perdiste toda la tarde. ¿Dónde estabas?

Hombre: Tengo hambre.

Amiga: ¿Sabes? Necesito que te rías un poco, que hagas un chiste.

Hombre: ¿De verdad que te masturbaste, pensando en mí?

Amiga: Yo no dije eso.

Hombre: Pero tampoco dices que no.

Amiga: Lo que hice solo te lo puedo decir en la cama.

Hombre: Pajera… Sabes que Sandra nunca se pudo masturbar pensando en alguien. Es demasiado imaginativa, no sé. Me contaba que unía los cuerpos y las caras.

Amiga: Es demasiado puta. No me hables más de Sandra.

Hombre: ¿Buscamos un cuarto entonces?

Amiga: No, mejor nos vamos.

Hombre: ¿Pero no tenías ganas? Me lo vienes diciendo…

Amiga: Sabes que nunca te había visto llorar.

Hombre: …

Amiga: Tienes una piel buena para esas cosas. Si yo lloro se me nota todo el día, y tú al minuto como si nada.

Hombre: ¿Es por lo que te conté que no quieres ir al cuarto conmigo?

Amiga: Es tarde.

Tercer Acto

Escena I: Los personajes están sentados en el contén alto de la acera. Unos pasos atrás hay una heladería.

Hombre: Parece que la mesera se puso brava.

Amiga: ¿Era la misma de ayer?

Hombre: Sí, pero el agua estaba caliente. No me la iba a tomar así.

Amiga: Tiró el vaso, ¿no la viste?

Hombre: Hace un tiempo estuve aquí…

Amiga: Sí, ya sé, con Sandra. Me tienes mareada. No sé qué te pasó de repente, hace una semana ella te importaba un carajo.

Hombre: Tienes que escucharme. Para algo somos amigos.

Amiga: ¿Sabes qué?

Hombre: No me vayas a decir que también quieres agua. Se la pides tú

Amiga: Sabes que en realidad no me gustas. Me refiero al sexo.

Hombre: Lo sé.

Amiga: Y que vengo preparándome desde hace tiempo, porque, bueno, has cambiado un poco…

Hombre: Siempre tienes eso de que no soy tu tipo y luego terminas acostándote conmigo.

Amiga: Háblame de Sandra.

Hombre: Pero si ahora mismo… Estábamos hablando de nosotros.

Amiga: Soy tu amiga. Háblame de ella.

Hombre: Está bien. Ya te dije, lo único que quiero es entender qué pasó.

Amiga: Dime todo lo que quieras. Tú tienes razón, mi deber es escucharte. Si es posible me indicas cuál respuesta prefieres.

Hombre: El problema es que nunca fue clara conmigo. Si me hubiera dicho la verdad ya todo esto habría acabado.

Amiga: Se me quitaron las ganas de acostarme contigo. Así, de repente.

Hombre: …

Amiga: Eres demasiado flojo.

Hombre: …

Amiga: Pensé que habías superado todo eso. No sé, te podría hacer el favor, pero ya no me da la gana.

Hombre: Si te conté es porque somos amigos. Una cosa no tiene que ver con la otra. No tengo que pensar en ella para acostarme contigo y sentirme bien. Creo que nos íbamos a divertir.

Amiga: Olvídalo. Y disculpa la sinceridad, eres demasiado flojo, ya te dije. No me gustan los hombres así. Háblame de ella, de verdad, tengo el deber de escucharte.

Escena II: Unas cuadras más abajo. Los personajes se han detenido en la esquina.

Amiga: Estás molesto. ¿Estamos discutiendo? ¿Por qué?

Hombre: Es como una traición, ¿no lo entiendes? Tú has confundido las cosas y yo no soy flojo.

Amiga: No te molestes conmigo.

Hombre: Eres demasiado sincera. ¿Qué tiene que ver el sexo con mi estado de ánimo?

Amiga: Mucho, ¿no lo entiendes?

Hombre: A lo mejor me hacía bien. Nos íbamos a divertir.

Amiga: No creo… Es que de repente me di cuenta de que no soporto a los hombres débiles.

Hombre: Estoy pasando un mal momento, nada más. Es posible que yo sea débil con ella pero no significa que lo sea con todo el mundo.

Amiga: No te enojes conmigo. Te juro que no puedo.

Hombre. Yo fui sincero contigo y ahí tienes, me juzgas mal. Confundes lo que puedo sentir por ti con un problema externo que, como amiga debes escuchar, pero desde otra perspectiva.

Amiga: No puedo, tú no eres dos personas, sino una. Pero no te enojes, por favor, yo soy tu amiga.

Hombre: Y yo tengo el deber entonces de demostrarte…

Amiga: No tienes que demostrarme nada, yo te quiero, pero eres débil, ya no me gustas, no puedo. Vamos a sentarnos a la sombra.

Hombre: Me voy al carajo.

Amiga: No te enojes, por favor.

Hombre: Yo asumo las consecuencias de mi sinceridad, asume las de la tuya.

Amiga: Es que no puedo ni quiero engañarte, qué quieres que haga.

Hombre: No harás nada. Ya no eres mi amiga.

Amiga: Ahora eres tú quien confunde los términos, ¿qué tiene que ver la amistad con que ya no quiera acostarme contigo?

Hombre: ¿Y qué tiene que ver el sexo con escucharme un par de pendejadas que no tienen relación contigo? ¿No te parece que es lo mismo?

Amiga: Si Sandra pasa ahora te irías con ella, sin chistar.

Hombre: No. Me quedaría contigo.

Amiga: Mentira, eres débil.

Hombre: Sucede que ella no pasa y me voy igual. Además, ya no me interesa porque me he dado cuenta de que todas son iguales. Tú, ella, todas.

Amiga: No te vayas. Vamos a hablar de Sandra, si quieres. No te enojes conmigo, y no me compares con ella.

Hombre: Nunca más vamos a hablar.

Amiga: Ah, ¿Y quién te va a oír el cuento entonces? ¿No te das cuenta de que no tienes a nadie más?

Hombre: Me haces un gran favor entonces. La culpa es tuya por oírme.

Amiga: ¿Y ahora?

Hombre: Me trago el cuento, no sé. Ya se me pasará.

Amiga: No te vayas, vamos a conversar en la sombra. Por favor.

Hombre: Nada que conversar. Verás que no soy tan débil, al menos no contigo.

Amiga: Un rato nada más, no te vayas todavía. Hazme ese pequeño favor.

Hombre: No, me lo has hecho tú, gracias, de verdad. Si sigues llorando no se te va a quitar del rostro en todo el día. Adiós.

Ficción Cuba Mundo

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