Notas / El maldito gato de Schrödinger
Alejandro Cernuda, Madrid: 16/9/2023
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Maldito sea el gato de Schrödinger, condenado a meterse en líos, que un día le dio por subirse al puto árbol más alto de la maldita ciudad. Erwin Schrödinger, el científico de tres al cuarto, lo miraba desde abajo con cara de idiota, sin darse cuenta de la que se le venía encima.
La noticia de ese puto gato trepando como un desgraciado se corrió como la chispa de un puto incendio, llegando hasta los oídos de los jodidos bomberos de la zona. Al mando del cabrón del capitán Martínez, un grupo de inútiles con mangueras y escaleras se plantaron en el sitio, listos para sacar al condenado gato de su maldito aprieto.
Pero, ¿sabes qué? Las cosas nunca pueden ser sencillas. El maldito gato de Schrödinger se las ingenió para joderlos bien. Estaba atrapado en las putas ramas y al mismo tiempo se rascaba las pelotas en una especie de maldita cama de hojas. Los bomberos se quedaron ahí como estúpidos, sin entender una mierda de lo que veían.
El capitán Martínez, un tipo que no era tan idiota como parecía, decidió enfrentar esa mierda con algo de ingenio. Arregló un cachivache que, según él, iba a decir dónde coño estaba el gato y en qué maldito estado se encontraba. Pero, ¡qué sorpresa!, el cacharro arrojó resultados más confusos que una perra en celo: el gato a veces estaba jodidamente atrapado y otras veces descansaba como si nada.
Perdidos en el puto laberinto de la lógica, los bomberos se dieron cuenta de que estaban metidos en un puto berenjenal que superaba cualquier jodida emergencia. Empezaron a filosofar como idiotas, preguntándose qué mierda significaba todo eso, como si les importara un comino.
Al final, se aventaron una solución de mierda: el maldito gato de Schrödinger estaba en un puto limbo hasta que alguien lo viera y definiera su destino de una jodida vez. Así que el capitán Martínez, con su mirada de cabrón que ha visto de todo, le clavó sus ojos al maldito gato. Y, de repente, como si alguien hubiera pulsado un puto interruptor, la maldita realidad se acomodó y el gato estaba ahí, panza arriba en la jodida cama de hojas.
La maldita multitud que se había juntado empezó a gritar y aplaudir como si les hubieran dado de comer. La historia del puto gato de y los putos bomberos se convirtió en un puto cuento que desató debates sobre la vida, la muerte y otras gilipolleces.
Y así, en medio de un día de mierda, un maldito gato, un puto árbol y un montón de imbéciles bomberos crearon una historia que sería recordada, una historia que nos recuerda que todo es un puto caos y que, al final, no hay nada más que hacer que tomarse un trago y cagarse de risa de todo.