Notas / El Contrato Social

Alejandro Cernuda, Madrid: 7/6/2024


Al leer el Contrato Social parece como si se estuviera frente a una obra casi mitológica, casi una interpretación de mundos idílicos que confluyen en una sola idea: la libertad del hombre frente al estado. El Contrato Social continúa siendo lo mismo que era en un principio, un texto desafiante e iluminador. Hago notar que un libro escrito en el siglo XVIII está lleno de frases como ésta: los depositarios del poder ejecutivo no son los dueños del pueblo, sino sus servidores; que puede nombrarlos o destituirlos cuando le plazca… de ahí lo mitológico e idílico del panfleto.

Los mundos y sus políticas han avanzado mucho, han girado, dado volteretas, gemido, llorado, muerto y renacido; con ellos los totalitarismos, las tiranías, los despotismos -Rousseau incluye las particularidades de los tiranos y los déspotas, pues no son para nada el mismo personaje-. El Contrato sigue vigente. Dice que todos los hombres son iguales, que el estado debe proteger, que quien redacta las leyes no puede ocuparse de ejecutarlas. A esto último se le llama división de poderes, qué maravilla.

Todos hemos firmado el Contrato Social, es ilegítimo no hacerlo. Es un contrato manido y de facto, tanto que ya ni sabemos su contenido. Dicen que lo firmamos en el momento de nacer. De nada vale ya mudarse a otro sitio, pues allá donde vayas habrá otro semejante. Rousseau lo explica bien. Entregamos libertad, la libertad de matar a nuestros enemigos o tomar por la fuerza la mujer del prójimo o al mismísimo prójimo si así nos apetece. Renunciamos a eso a cambio de seguridad, porque bueno, no se puede ser por mucho tiempo el chulo del barrio, y algunos años para disfrutarla.

Si alguna vez subo un libro culpable de una revolución fue el contrato social de Jean Jacques Rousseau. Basta leer las palabras de Voltaire para saber de qué manera influyó el libro en la sociedad de su época.

Palabras de Voltaire…He recibido su último libro contra la humanidad y le doy las gracias por él. Jamás se había empleado tanta inteligencia en demostrar que somos todos idiotas. A uno le entran ganas, al leer el libro, de ponerse a andar a gatas. Pero como hace más de sesenta años que perdí esa costumbre, me entristece no poder retomarla. Tampoco puedo marcharme a vivir con los salvajes del Canadá, porque las enfermedades a las que estoy condenado me obligan a disponer de un médico europeo».

De acuerdo con la teoría del contrato no tiene sentido votar a la minoría. Uno no vota sí o no a aquel candidato o al otro, la promulgación de una ley o su censura. El voto es solo una expresión de fuerza de la mayoría. Sii nuestro voto no coincide con el de la mayoría, nuestra opinión carece de sentido en tanto no es la de la mayoría. De acuerdo con el libro hemos errado.

Más allá del contrato el libro intenta y creo que lo consigue de cierta manera explicar lo que era para Rousseau un gobierno, la libertad, el estado, el pueblo, etcétera. Todos hemos firmado el contrato más deberíamos leer

este libro.

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