Porgy en Bess

Alejandro Cernuda, Terneuzen: 6/7/2012

Porgy en Bess

Fuimos a Porgy en Bess. En el trayecto Joost me explicó que en la ciudad había una estatua del holandés errante y que años atrás la ópera de Wagner se había presentado con mucho éxito en un escenario improvisado a orillas del canal. Un gran espectáculo, me dijo, ensayado por mucho tiempo y con gradas construidas a propósito en ambos lados del canal. Un gran espectáculo, repitió, sólo superado por la mañana en que pasó en un esquí de agua una misteriosa mujer desnuda mientras él leía cándidamente el periódico a orillas del canal.

En Porgy en Bess tocaba de entremés un grupo local. El público andaba de un lugar a otro en espera de los norteamericanos. Al entrar me preguntaron si era fumador y, para que pudiera entrar y salir, me pusieron un cuño en el dorso de la mano.

Porgy en Bess ya no es un negocio privado. En 1944 llegó a la ciudad Frank Koulen, un soldado del ejército holandés licenciado en las colonias de Surinam, En ese momento no vivía otro de raza negra en Terneuzen y enseguida se hizo conocer por todos. Se casó y tuvo hijos. Trabajó en la tienda de su suegro, donde vendía, para curiosidad de las damas, hilos de lana y medias. Una vez se quedó libre el local frente a la tienda y sin pensarlo dos veces lo compró y le puso el nombre de su ópera favorita. Fue primero un restaurante, luego un bar y al final un club de jazz.

Frank Koulen, tocando en las calles de Terneuzen, Países Bajos

Frank Koulen, a su llegada a Terneuzen en el año 1944.

Hoy se le ha levantado una estatua en la ciudad. No sólo por haber puesto en el mapa una marca sobre Terneuzen o revivir su espíritu y haber hecho muchas cosas por la cultura. Es incontestable su aporte en la integración de los emigrantes de Surinam en la vida diaria. De él se dice que gustaba de recibir y despedir en la puerta a los asistentes al club, que cocinaba para los músicos, que cada una de sus ideas eran puestas en práctica con envidiable entusiasmo. Fue él quien en 1964 organizó la primera parada en Flandes al estilo del carnaval de Nueva Orleans y que hoy ha devenido en festival de jazz. Fue él quien propició la asistencia a la ciudad de músicos reconocidos a nivel mundial.

En 1957, en unión de su esposa, comenzó un negocio en una calle céntrica, algo entre restaurant y cabaret. Lo llamaron Porgy en Bess y durante la vida de este hombre el local malvivió a impulsos y subsidios y fue dejando a un lado la concepción primaria de restaurante hasta convertirse del todo en un jazz café. Para la época en que ocurrió la muerte de Frank, en 1985, ya la calle donde se encuentra se había convertido —lo sigue siendo hoy— en una de las más comerciales de Terneuzen.

La familia, entonces en bancarrota, enfrentó la disyuntiva de deshacerse del local por un buen precio o morir de hambre con el recuerdo salvo del ritmo que a empellones Frank embutía en las calles de Terneuzen. Por suerte, no sólo él amaba el jazz en esta ciudad y un grupo de comerciantes y profesionales bien establecidos compraron el local para convertirlo en una fundación no lucrativa.

Esto es apreciable, pues sus trabajadores tienen más porte de bohemios trasnochadores que de simples camareros. Se ven correr a prisa entre las mesas y conversar con los clientes con una familiaridad poco acostumbrada. Son voluntarios, me dijo Joost, nadie en este local recibe sueldo. Es comunismo me dijo en broma, hasta la propina se entrega íntegra a la caja. Entonces supe que todo funcionaba para garantizar un pago mínimo a los músicos, a comprar suministros y a alguna que otra reparación.

Con buena vista se ve, en la foto de portada, que la calle lateral lleva el nombre de Frank Koulen.

Países Bajos Mundo

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