Alejandro Cernuda, Vélez-Málaga: 14/4/2014
La Semana Santa de España es por mucho su fiesta mayor y uno de los encuentros más solemnes entre Dios y su rebaño. Se han quedado obsoletas las denominaciones de interés turístico con que solían enumerarse algunas de ellas. El paso de la Virgen en diminutas aldeas, va creándose un público más allá de sus fronteras. Las procesiones en todo el país son seguidas por el público internacional y nacional. Algunas de ellas, como las de Málaga, Sevilla, Ferrol, Valladolid, etc., han pasado a la categoría de impulsores económicos para la región. En los pueblos pequeños se esperan como el mayor espectáculo del año. Los parientes y amigos vuelven a casa y la gente llora en aquellos lugares donde algún contratiempo ha impedido realizarlas.
De mi primera experiencia en las gradas —en las que me vi sin saber qué esperaba— surgió una pregunta que aún no me respondo del todo: ¿De dónde le salen tantos músicos a esta tierra? Es solo una pregunta retórica, lo sé; pero dentro de este cuestionamiento se encuentra encerrada la esencia de la fiesta. La relación entre la iglesia y el pueblo se materializa en su aporte más antiguo y querido; y el vaho de destino turístico no llega nunca a explicar: ¿Quién en estos lugares no guarda con amor el recuerdo de cuando fue penitente, madrina o un simple cófrade que carga los entarimados con la Virgen o el Cristo?
Durante la Semana Santa de 2014 tuve oportunidad de observar el comportamiento del pueblo alrededor de la procesión; lo vi en ciudades como Granada y en pequeños asentamientos de la Sierra. En todos los sitios se ha creado un modus operandi. La gente se apiña en los cruces de calle, en la parte ancha de las avenidas donde el baile de los cargadores hará posible “el paso” de la Virgen. Los chicos siguen a los penitentes anónimos para poco a poco y de año en año conformar pelotas con pequeñas donaciones de cera derretida de las velas. Las niñas piden peladillas. En los descansos alguien sale del público a saludar un conocido que volvió a su pueblo para tocar esta semana en la banda de su cofradía. Las madrinas vestidas de negro, “Las de mantillo” –como le llaman algunos- van siguiendo los diferentes pasos y algún que otro cumple promesa descalzo entre ellas.
Se suceden cada noche de Semana Santa más de siete procesiones y cada uno tiene su preferida, por devoción, por tener familiar en el paso o por empatía estética. De cara a la calle es eso la procesión. En la calle contigua es el agosto de los bares y hoteles. Y los mozuelos salen a cazar y las familias a pavonearse. La cera de las velas en la calle hará chillar de película los neumáticos de los coches por unos días más. Mientras los pueblos de España duermen sus noches de corrido hasta el próximo año; para una semana en que ni los niños dormirán y la gente te recibirá con la misma pregunta: ¿Has visto la procesión de anoche? Eso y más es la procesión hoy… y un atasco seguro a la hora de regresar a Madrid.