Notas / Generales y doctores
Alejandro Cernuda, Alcorcón: 7/12/2024
Compartir esta nota Tweet
No me gusta usar el término imprescindible, pero hay algo en Generales y Doctores que parece faltarle a la concepción de los hechos históricos, a la costumbre de hacer de la Guerra de Independencia el teatro de operaciones de buenos contra malos, héroes contra villanos. Carlos Loveira nos muestra una Cuba diferente en muchos sentidos.
La novela bien vale una misa, al menos la primera parte, la que va desde la infancia de Ignacio hasta el final de la guerra. Por desgracia, en los capítulos finales –Como también pasa en su primera novela, Los Inmorales– se hace extremo, monotemático, énfasis en el carácter corrupto de la cúpula gobernante, en los primeros años de la república,
Ignacio García es casi un antihéroe que se mueve entre personajes caricaturescos y arquetípicos a la vez. Ignacio tiene mucho del autor. Como él, es hijo de padre gallego y madre cubana, queda huérfano, huye de la guerra a Nueva York y regresa a Cuba como expedicionario bajo las órdenes del general Lacret.
En lo que sí es un éxito la novela, es en describir la naturaleza humana y criolla de los arquetipos. Tenemos de todo para escoger entre hombre y mujeres. Hay gente como ellos en cualquier esquina de Cuba, como Teresa, como el Nene o el mismo tío bodeguero. Nótese que hablo de arquetipos, no de personajes. Son tan generales y tan bien formadas están sus psicologías en los aspectos que sintetizan un tipo de comportamiento, de psicología, que los personajes, excepto Ignacio, escapan de cualquier sentimiento de individualidad.